De
ayer y de hoy, algunas verdades. Crudas, rozan la piel y se me eriza.
Creo que no es cierto, sino es reflejo de lo que alguna vez fue vida.
Es que no tengo tiempo para más mala sangre perdida, entonces todo
tiene un dejo de desidia. De a ratos me contento, de a ratos me
retengo. Son más las horas que quisiera estar dormida que las que
despierta me mantengo. En estado de armonía doy pocos pasos, pero de
esos estoy segura. El resto son corridas que se aceleran por la
tontería de mis años torpes que nunca avanzan del todo. La eterna
vida del saber, la corta brecha de las seguridades, la intensa duda
del futuro. Estoy desencantada de la gente, no de todos, pero sí de
más de los que alguna vez supuse. No es que me hayan dejado sin
resto para seguir adelante, pero me dan la confirmación de que no se
si alguna vez voy a llegar. Tampoco es que creía que todo iba a
estar dado por la simpleza de quererlo, pero no me cierra que nunca
nada llegue. Una constante de búsquedas, de amores y de dolores, de
los primeros verdaderos y de los segundos, aleccionadores. Poco, es
casi nada, lo que hay debajo de tanta energía puesta al servicio de
la efímera sensación del tal vez.
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