martes, 16 de septiembre de 2014

5 de Agosto de 2007

En la oscuridad nata de mi ángel, cuento historias que son mías. Salen las palabras pegajosas como miel de los panales. En mi mente hay destrozos y escombros de tu huida. Quedan manchas de amor por toda mi anatomía. Está agujerado mi centro por alfileres clavados en mi corazón. Multicolor es el dolor que cada día siento. En cuotas sale el alivio para que cada mañana me levante de mis sueños. Me encierro en un lugar infinito, lleno de locura y de acierto. Doy más vueltas que un planeta perdido en otro universo. Al único lugar que llego es al escalón del subsuelo. De a poco unos más invento, para ir subiendo sin aliento a cada encuentro. Por inercia de pronto suelto una sonrisa. Creo ahí que la angustia será finita. En el barro se forman grietas, son dulces dibujos de tu silueta. Con cada paso la mastico, la desintegro y la inundo hasta quedarme quieta. El rocío salado mata cada flor que nace a mis costados. Sin embargo salgo al ruedo entre los prados y encuentro en cada semilla un nuevo deseo. Desespero con tranquilidad, sueño mentiras que de a ratos son verdad. Concibo cada idea con pinzas de cristal. Ahora hay que tener cuidado de no volverse a equivocar. Busco por dentro ocasos amarillos, para ver salir el sol cuando mi cuerpo esté listo. Todo esto en caos lo vuelco en papeles de ceniza. Plasmo sentimientos como en un pizarrón se escribe con tiza. Duermen en este mundo mis sensaciones de muñeca de porcelana. Son frágiles y blancas, son distintas y extrañas. Es mi planeta de niña, es mi Marte de cada mañana. 

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