En
la oscuridad nata de mi ángel, cuento historias que son mías. Salen
las palabras pegajosas como miel de los panales. En mi mente hay
destrozos y escombros de tu huida. Quedan manchas de amor por toda mi
anatomía. Está agujerado mi centro por alfileres clavados en mi corazón. Multicolor es el dolor que cada día siento. En cuotas sale
el alivio para que cada mañana me levante de mis sueños. Me
encierro en un lugar infinito, lleno de locura y de acierto. Doy más
vueltas que un planeta perdido en otro universo. Al único lugar que llego es al escalón del subsuelo. De a poco unos más invento, para
ir subiendo sin aliento a cada encuentro. Por inercia de pronto
suelto una sonrisa. Creo ahí que la angustia será finita. En el
barro se forman grietas, son dulces dibujos de tu silueta. Con cada
paso la mastico, la desintegro y la inundo hasta quedarme quieta. El rocío salado mata cada flor que nace a mis costados. Sin embargo
salgo al ruedo entre los prados y encuentro en cada semilla un nuevo
deseo. Desespero con tranquilidad, sueño mentiras que de a ratos son
verdad. Concibo cada idea con pinzas de cristal. Ahora hay que tener
cuidado de no volverse a equivocar. Busco por dentro ocasos
amarillos, para ver salir el sol cuando mi cuerpo esté listo. Todo
esto en caos lo vuelco en papeles de ceniza. Plasmo sentimientos como
en un pizarrón se escribe con tiza. Duermen en este mundo mis
sensaciones de muñeca de porcelana. Son frágiles y blancas, son
distintas y extrañas. Es mi planeta de niña, es mi Marte de cada
mañana.
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